El sacerdote tarifeño Rafael Navarro Acuña y la Catedral de Ceuta

Resumen

Todas las ciudades aportan biografías singulares a su historia, muchas de las cuales se olvidan con el tiempo, aunque si sus obras fueron notables, pueden sobrevivir a sus autores. Ese es el caso de Rafael Navarro Acuña (Tarifa 1904-1995 Sevilla) y su obra, la transformación de la Catedral de Ceuta. Miembro de una familia de clase media, la falta del progenitor y de medios económicos le obligan a ingresar en el seminario de Cádiz, obteniendo las órdenes del presbiterado muy joven, y a continuación, por oposición, la canonjía magistral del Cabildo ceutí. La llegada de la II República, lejos de privarle de continuar su labor como educador le lleva a obtener los títulos de bachillerato y magisterio, licenciándose en Filosofía y Letras, para luego estudiar Derecho, carrera que no terminaría por problemas con las jerarquías. Después de la Guerra Civil lo encontramos como catedrá-tico por oposición del Instituto de Ceuta. Deán de la Catedral de Ceuta, en 1947, consigue apoyos oficiales y populares para emprender una gran reforma del templo mayor, componiendo su equipo con arquitectos, escultores, pintores y otros profesionales. Sin embargo, las luchas con el Obispo le llevarán a tener que renunciar a acabar el proyecto, que se inaugura en 1959, no a su gusto. En 1963 sale de la ciudad, como catedrático de instituto, fijando su residencia en Córdoba y más tarde en Sevilla, donde se jubiló. Fiel a sus principios, a su muerte, dejó buena parte de su capital en becas para el seminario de Cádiz –pues todo lo que obtuvo en la vida se lo debía a la Iglesia- y unas Memorias de un deán, hoy guía indispensable para el conocimiento de su historia y patrimonio.